EPIDERMIS EN OBRA NEGRA
Lo limítrofe entre la transparencia de la piel y su [disfraz de] diáfana herida.
En su mérito artesanal, la indumentaria se presenta por sí misma. En este contexto, su naturaleza es de carácter escultórico, y su permeabilidad, que reside en lo orgánico del textil, refleja una especie de resistencia ante el espacio urbano agente. El destello de la luz se expresa como un proceso de interrogación en el que el espacio natural, en boca de árboles, hojas y ramas, danza con motivo de encuentro con la posibilidad de ser parte de la obra.
Photo: Sabrina Gazzaneo
Enmarcado en este escenario, la vulnerabilidad de su protagonista democratiza la intención interpretativa y trasciende un discurso.
Los huecos formados en sí misma y en su paisaje, en su sombra y en su presencia, son aparatos de reflejo; un vacío en nombre de espejo donde se proyecta la mirada herida, registrada, de su espectadorx. La organza herida es un recordatorio de su movimiento, de su constante vaivén entre ser símbolo y ser significado, porque el código del textil se nombra desde los vocablos de un ser que se mira, que se refleja en la sensibilidad de la pieza, cuya pasión arde por ser movilizada, mirada.
En su plenitud, epidermis es un objeto herido, una palabra vulnerable. Una vulnerabilidad neutral que no toma lados, no vive en juicio ni condena de ser más aplaque lo que dictan las heridas de su piel. Su tejido habla por sí mismo, y su transparencia rasgada ora en actitud de resistencia.